Wednesday, March 15, 2006

LA REINA DE LOS PECES


En un puerto lejano vivía Valeria, una niña que amaba al mar y la libertad de los animales.

Todas las tardes, sentada sobre una peña, se deleitaba con el vuelo veloz y travieso de la gaviotas y con la caravana silenciosa de los patos silvestres que apenas podían verse muy arriba del cielo melancólico.

En cambio, cuando venían los pescadores, se ponía triste de ver cómo los canastos de ellos se llenaban de peces inocentes.

Pero un día, los ojos moribundos de un pez buscaron la mirada de la niña. Ella se dió cuenta. Vió como el pobre pescadito había sacado su cabecita entre los tejidos del canasto de caña y empezó a mirarla, a mirarla tanto, como implorándole que haga algo.

Entonces, la niña se levantó y gritó con los brazos extendidos hacia arriba:

-¡Libertad!¡Libertad!

Corrió hacia los canastos y los volteó, liberando a los peces que caían felices a su hogar.

-¡Sean libres, pececitos!- exclamaba emocionada, mientras seguía tumbando más canastos ante la protesta de los pescadores.

-¡Muchacha del diablo, deja que te agarre nomás!- gritaban enfurecidos los pescadores, corriendo tras ella.

Pero les fue imposible atraparla. Valeria saltaba las peñas con tremenda agilidad y podía esconderse entre los huecos de ellas que conocía de memoria.

Al llegar la noche, después de tanto correr, la niña se echó a descansar sobre su peña favorita. Estaba observando a las estrellas que jugaban a prenderse y apagarse, cuando de pronto escuchó ruidos que provenían desde abajo. Asomó la mirada hacia el mar y vio a cientos de pececillos que brincaban contentos, agitando sus aletitas para saludarla y agradecerle por lo que hizo por ellos.

Desde ese día, Valeria recorría los puertos vecinos para tumbar canastos repletos de peces y liberarlos para que vuelvan a su querido mar, a su amada patria. Desde ese día también se convirtió en el dolor de cabeza de los pescadores que ya estaban pensando en ofrecer una recompensa por su captura.
Llegó a ser famosa por todo el ámbito y muy querida por la gente.

-¡Bravo, niña valiente!- la alentaban a grandes voces y la aplaudían a rabiar cuando la veían actuar.

Hasta que un día, huyendo de los pescadores, resbaló al tratar de saltar entre las peñas y se golpeó fuertemente la rodilla. Ya no podía levantarse y los pescadores la capturaron.

-¡Al fin te atrapamos muchacha loca!- le dijeron ellos, tomándola de los brazos para llevarla a la policía.

De pronto, un ruido descomunal surgió en el lugar. Millares de peces bravíos saltaron desde el mar y atacaron con sus aletitas a los pescadores para liberar a la niña.

Valeria, confundida en medio de la batalla, al querer escapar, cayó y se hundió en el mar.

Algunos pescadores se arrojaron para salvarla, pero no la encontraron por más que se sumergieron hasta el fondo del mar. También la gente que la estimaba, la buscaron días y noches, pero nada. Desapareció para siempre.

Desde entonces, Valeria es toda una leyenda.

Muchos juran que por las noches la ven corriendo entre las peñas, como buscando canastos para tumbarlos. Otros, que la ven durmiendo en las orillas de las playas.

Pero en el puerto donde ella nació y creció, todos saben que por las madrugadas la niña sale a pasearse feliz sobre millones de peces iluminados. Como una capitana navegando y conduciendo a su ejército de soldaditos por el viejo mar.

Todos han aprendido a quererla y admirarla.Todo el mundo la llama “La Reina de los Peces”.




A Zarita Grau


Nueva York, Marzo 15, 2006