LOS COLORES DE KER
Al llegar la medianoche, suena alegre la trompeta despertadora en el castillo de los colores.
-¡A levantarse mis muchachos!— ordena el color amarillo, el jefe de todos.
De inmediato, los colores abandonan sus camas y se dan un duchazo. Ellos son como pequeños globos de un metro de altura y largos brazos y piernas.
Pronto, saldrán a trabajar con sus baldes de pinturas y sus gruesas brochas. Pero antes, se divierten un rato: bailando valses, jugando al tenis de mesa, saltando la soga y si hay tiempecito, alguna partida de ajedrez.
Al llegar la medianoche, suena alegre la trompeta despertadora en el castillo de los colores.
-¡A levantarse mis muchachos!— ordena el color amarillo, el jefe de todos.
De inmediato, los colores abandonan sus camas y se dan un duchazo. Ellos son como pequeños globos de un metro de altura y largos brazos y piernas.
Pronto, saldrán a trabajar con sus baldes de pinturas y sus gruesas brochas. Pero antes, se divierten un rato: bailando valses, jugando al tenis de mesa, saltando la soga y si hay tiempecito, alguna partida de ajedrez.
Luego, hacen fila frente a la puerta del castillo, listos para salir a pintar a todos los seres y cosas de aquel pueblito llamado Ker. Como es comprensible, todo lo que existe en Ker queda desgastado o descoloreado con el trajín del día y es necesario que los colores les den una retocada para que queden como nuevos.
-¡A trabajar!!—sentencia finalmente el color amarillo, poco antes de la una de la madrugada.
Entonces, mientras todo el mundo duerme en Ker, las puertas del castillo se abren y salen el color rojo con su pintura roja, el azúl con su pintura azúl, y así, el resto de colores con sus respectivas pinturas, listos para pintar a los carros, a los jardines, a las pieles humanas, a la ropa, a las paredes, a los perros, a las alfombras, a los zapatos, a los relojes, a las radios, a los ojos, a las camas, a los semáforos, los puentes, a los televisores, a los jabones, a los aviones, a los ríos, a las montañas, a los árboles, a los cabellos, a los pájaros, al suelo, al fuego, a los platos, a la nieve, a las pelotas, a las hormigas, en fin, a todo lo que encuentrenen el camino.
-¡A trabajar!!—sentencia finalmente el color amarillo, poco antes de la una de la madrugada.
Entonces, mientras todo el mundo duerme en Ker, las puertas del castillo se abren y salen el color rojo con su pintura roja, el azúl con su pintura azúl, y así, el resto de colores con sus respectivas pinturas, listos para pintar a los carros, a los jardines, a las pieles humanas, a la ropa, a las paredes, a los perros, a las alfombras, a los zapatos, a los relojes, a las radios, a los ojos, a las camas, a los semáforos, los puentes, a los televisores, a los jabones, a los aviones, a los ríos, a las montañas, a los árboles, a los cabellos, a los pájaros, al suelo, al fuego, a los platos, a la nieve, a las pelotas, a las hormigas, en fin, a todo lo que encuentrenen el camino.
Felices los colores, porque todo en Ker es armonía y paz. Y además, porque todos los seres y cosas los quieren y respetan.
-¡Qué fea me vería si usted no me pintara!—agradecía siempre una rosa al color rojo.
Cumplida la tarea, cuando ya todo el mundo empieza a levantarse al amanecer, las puertas del castillo se abren y reciben a los colores que regresan marchando y silbando sus melodías preferidas. Comen con mucho apetito una sopa calientita en el comedor, se dan un duchazo y se meten a sus camas a dormir pacíficamente hasta la medianoche siguiente.
Pero un día se enteraron que en un pueblito lejano llamado Ris había un gran problema. Allí también tenían sus colores que pintaban a los seres y a las cosas. Y el asunto era que el color verde de Ris había desaparecido, sin que nadie sepa de él.
-¡Qué fea me vería si usted no me pintara!—agradecía siempre una rosa al color rojo.
Cumplida la tarea, cuando ya todo el mundo empieza a levantarse al amanecer, las puertas del castillo se abren y reciben a los colores que regresan marchando y silbando sus melodías preferidas. Comen con mucho apetito una sopa calientita en el comedor, se dan un duchazo y se meten a sus camas a dormir pacíficamente hasta la medianoche siguiente.
Pero un día se enteraron que en un pueblito lejano llamado Ris había un gran problema. Allí también tenían sus colores que pintaban a los seres y a las cosas. Y el asunto era que el color verde de Ris había desaparecido, sin que nadie sepa de él.
Todos sospechaban de un hombre que una semana antes quiso contratar a un muchacho para que cada mañana cubriera con pintura anaranjada, las cosas que estuvieran pintadas de verde.
-El se desanimó cuando yo le dije lo que le cobraría. Le pareció caro. Está clarísimo, él no quiere al color verde. Estoy seguro que él lo eliminó o lo tiene escondido- confesó el muchacho a la autoridades. Minutos después, la Policía de Ris buscó por todos los rincones de la casa del hombre sospechoso, pero no hallaron al color verde. El hombre mentía protestando que era inocente. Como la policía no halló pruebas contra él, no pudieron apresarlo.
Al enterarse de lo que sucedía en Ris, los colores de Ker acordaron enviar a su color verde hacia allá. Debía solucionar rápido el problema en ese pueblito y volver a tiempo a Ker para cumplir con su trabajo diario.
El color verde de Ker, apresurado, tomó un avión a las diez de la noche y en una hora llegó a Ris.
El color verde de Ker, apresurado, tomó un avión a las diez de la noche y en una hora llegó a Ris.
En el aeropuerto fue recibido con gran esperanza por los colores de aquel pueblito .
Sin perder tiempo, lo llevaron a la Policía donde él explicó un plan de acción que fue aprobado unánimemente y fueron a la casa del hombre sospechoso que dormía desde antes de medianoche.
Entonces, el color verde de Ker entró sigilosamente por las ventanas con su balde de pintura y su gruesa brocha, mientras afuera, la Policía y los colores esperaban impacientes. El color verde avanzó de puntillas al dormitorio y abrió la puerta sin hacer ruido. Se acercó al hombre y le pintó toda la piel con pintura verde, sin despertarlo. Luego, antes de esconderse detrás de un mueble, arrojó con fuerza una botella de vidrio para romperla contra una pared y despertarlo.
Entonces, el color verde de Ker entró sigilosamente por las ventanas con su balde de pintura y su gruesa brocha, mientras afuera, la Policía y los colores esperaban impacientes. El color verde avanzó de puntillas al dormitorio y abrió la puerta sin hacer ruido. Se acercó al hombre y le pintó toda la piel con pintura verde, sin despertarlo. Luego, antes de esconderse detrás de un mueble, arrojó con fuerza una botella de vidrio para romperla contra una pared y despertarlo.
El hombre se levantó alarmado y se horrorizó al ver sus brazos... ¡verdes!. Fue al espejo y casi se desmaya de ver su cara... ¡verde!.
-¡Bandido... ¿cómo pudo salir de allí?!- vociferó irritado, creyendo que el color verde de Ris se había escapado de su prisión. Corriendo, abandonó el dormitorio y empezó a bajar hacia un sótano.
El color verde de Ker hizo ingresar a la Policía y a los colores para seguir los pasos del hombre.
El se arrodilló en una esquina del sótano y levantó una tapa que la policía no pudo descubrir horas antes.
-¡¿Quéeeeee?! ¡Sigues aquí! Entonces... ¡¿quién me pintó?!- chilló sorprendido cuando vio al color verde secuestrado, aún sentado en un hueco, con su boquita tapada con una venda y las manos atadas con un retazo de tela.
Por último, el hombre sintió las manos de la policía en sus hombros y lo arrestaron. Y al fin, liberaron al emocionado color verde de Ris.
Los colores y el pueblo de Ris celebraron la victoria con gran euforia. Ambos colores verdes, el de Ker y el de Ris, se abrazaron largamente.
Solucionado el problema, el color verde de Ker fue volando al aeropuerto de Ris. Todos lo despidieron como a un héroe.
Poco antes de la una de la madrugada, el color verde llegó a tiempo a Ker.
Los colores y el pueblo de Ris celebraron la victoria con gran euforia. Ambos colores verdes, el de Ker y el de Ris, se abrazaron largamente.
Solucionado el problema, el color verde de Ker fue volando al aeropuerto de Ris. Todos lo despidieron como a un héroe.
Poco antes de la una de la madrugada, el color verde llegó a tiempo a Ker.
Con sus amigos, aún pudo hacer bailar su trompo en la palma de su mano.
Al rato, se abrieron las puertas del castillo y salieron marchando y silbando sus melodías preferidas por las calles oscuras.
Son los colores humildes y solidarios que, con sus baldes de pinturas y sus gruesas brochas, pintan y embellecen cada día , al armonioso pueblito de Ker.
Agosto, 19, 2005
Al rato, se abrieron las puertas del castillo y salieron marchando y silbando sus melodías preferidas por las calles oscuras.
Son los colores humildes y solidarios que, con sus baldes de pinturas y sus gruesas brochas, pintan y embellecen cada día , al armonioso pueblito de Ker.
Agosto, 19, 2005
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