Wednesday, December 12, 2007

EL ARBOL SANGRE


Lo plantaron a la orilla de un río ancho y feroz.

Lo plantó el esclavo africano Cayimba, cuando escapó de su prisión, herido de tantos látigos. Lo plantó con sus manos llenas de sangre, poco antes de morir.

Por eso el árbol creció con el tronco rojo, con las ramas rojas y las hojas rojas. Era el árbol del dolor, como un hijo ensangrentado de Cayimba: el Arbol Sangre.

Cien años después, una familia de esclavos fugaban hacia la libertad por una ruta de la misma aldea. Pero equivocaron el camino y fueron a parar al río ancho y feroz. Estaban atrapados, era imposible cruzar aquel río turbulento.

-¡Miren a ese árbol rojo!- dijo sorprendida Amela, cuando descubrió al Arbol Sangre a pocos metros. Su esposo Bebalú y sus tres pequeños hijos también se quedaron boquiabiertos. Nadie, hasta entonces, había visto un árbol tan extraño.

-¡Oh, no, ya llega el capataz y sus hombres!- dijo uno de los niños y oyeron los pasos de sus captores que venían por ellos.

Nada se podía hacer. Bebalú, Amela y sus hijos, se unieron entre abrazos y sollozaron por su mala suerte.

De pronto, cuando ya estaban a punto de ser capturados, el Arbol Sangre empezó a temblar y cayó estrepitosamente al borde del río.

-¡Suban sobre mi!- dijo el Arbol Sangre. La familia, de immediato, se sentó sobre su viejo y rojo tronco y empezaron a navegar en sentido contrario a la corriente de las aguas furiosas.

Y viajaron hacia un lugar donde no existía la esclavitud.

-¿Quién eres tú?- preguntó Bebalú, aún asombrado por aquel momento milagroso.

-Soy el árbol que plantó tu bisabuelo Cayimba El me plantó para que ustedes sean libres- respondió, mientras luchaba contra la corriente.

Al amanecer del día siguiente, Bebalú y su familia bajaron del Arbol Sangre y pisaron al fin tierra de hombres libres.

Agotado por el viaje, el Arbol Sangre recibió los besos de Bebalú y su familia y emprendió viaje de regreso a su hogar centenario.

Pero a poca distancia, ya casi sin fuerzas, no pudo más con tan feroz río y se dejó llevar hacia un remolino descomunal.

Antes de hundirse para siempre, el Arbol Sangre sacudió fuertemente sus ramas y el río cubrióse con sus miles de victoriosas hojas rojas.

New York, Diciembre 12, 2007

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